Heridas de la infancia: cómo nos marcan y cómo sanarlas en la adultez

Las heridas de la infancia son experiencias emocionales dolorosas, negativas o traumáticas, que ocurren durante las primeras etapas del desarrollo y que, si no se procesan adecuadamente, pueden dejar una huella profunda e influir en nuestra forma de pensar, sentir y relacionarnos con nosotros mismos, con los demás y con el mundo.

Estas heridas no siempre provienen de situaciones extremas, pues muchas veces son el resultado de vivencias cotidianas en las que nuestras necesidades afectivas no fueron satisfechas, o en las que percibimos rechazo, abandono, injusticia o humillación.

El concepto de las cinco heridas emocionales fue popularizado por la terapeuta canadiense Lise Bourbeau, quien identificó cinco patrones principales que se forman en la infancia y continúan manifestándose en la adultez a través de comportamientos, miedos y creencias limitantes. Reconocer estas heridas es el primer paso para iniciar un proceso de sanación y transformación interior.

A continuación, te explicamos en qué consiste cada una de estas heridas, cómo se originan y cómo suelen expresarse en la vida adulta, así como algunas herramientas para comenzar a sanarlas.

1. Rechazo

Esta herida puede surgir desde el embarazo o en los primeros años de vida y se da cuando el niño siente que no es deseado o aceptado por uno o ambos padres (especialmente por el progenitor del mismo sexo). Esto puede generar miedo al abandono, baja autoestima y tendencia al aislamiento.

Manifestaciones en la adultez:

  • Miedo profundo a no ser suficiente y no ser aceptado.

  • Evita vínculos afectivos por temor a ser rechazado.

  • Tendencia a aislarse o desaparecer ante los conflictos.

  • Búsqueda de la aprobación constante de los demás.

  • Baja autoestima, autocrítica excesiva, autosabotaje y dificultad para poner límites.

  • Dificultad para recibir elogios o amor.

Máscara: Huida. La persona tiende a escapar de los conflictos, las emociones intensas y las relaciones profundas.

Sanación: Trabajar la autoestima, practicar el amor propio, conectar con el niño interior y fortalecer la sensación de pertenencia y merecimiento.

2. Abandono

Aparece cuando el niño se siente solo, ignorado, desprotegido o emocionalmente descuidado. Esta herida puede estar relacionada con la ausencia de atención, cariño o apoyo afectivo sostenido.

heridas de la infancia

Manifestaciones en la adultez:

  • Miedo a la soledad y al rechazo.

  • Necesidad constante de compañía o validación.

  • Relaciones de codependencia afectiva.

  • Sensación de vacío emocional.

  • Busca constantemente ser necesitado o salvado.

  • Ansiedad al sentirse ignorado.

Máscara: Dependencia. La persona teme quedarse sola y puede anularse por complacer o retener a otros.

Sanación: Aprender a disfrutar de la propia compañía, desarrollar la autonomía emocional y cultivar relaciones equilibradas.

3. Humillación

Surge cuando el niño siente que lo avergüenzan, lo critican, lo ridiculizan o lo hacen sentir culpable por sus necesidades físicas o comportamientos naturales, especialmente aquellos relacionados con el cuerpo, el placer o la espontaneidad. Puede generar sentimientos de culpa, vergüenza o la necesidad de complacer a los demás.

heridas de la infancia

Manifestaciones en la adultez:

  • Sentimientos de vergüenza, culpa o de no ser digno.

  • Necesidad de controlar o sacrificarse por los demás.

  • Comportamientos autodestructivos o de auto sabotaje.

  • Dificultad para disfrutar o expresarse libremente.

  • Culpa constante, incluso sin razón.

  • Se anula a sí mismo para no molestar a otros.

  • Tiende a cargar con problemas ajenos.

Máscara: Masoquismo. La persona busca agradar a los demás a costa de sí misma, tiende a la autonegación y se carga de responsabilidades.

Sanación: Practicar la autoaceptación, liberar la culpa, reconectar con el placer y establecer límites sanos.

4. Traición

Se desarrolla cuando el niño siente que fue traicionado por uno de los padres, especialmente del sexo opuesto. Ocurre cuando una figura de autoridad rompe promesas o no cumple con lo que dice. También puede surgir cuando se le da más responsabilidad emocional de la que puede manejar.

Manifestaciones en la adultez:

  • Necesidad de control y dominio sobre las situaciones o personas.

  • Desconfianza, celos y posesividad.

  • Dificultad para delegar y confiar en los demás.

  • Miedo al engaño y la infidelidad.

  • Actitudes rígidas, impacientes, autoritarias y perfeccionistas.

Máscara: Control. La persona trata de protegerse controlando todo a su alrededor.

Sanación: Trabajar la confianza, soltar el control, permitir la vulnerabilidad y desarrollar la paciencia y la flexibilidad.

5. Injusticia

Esta herida surge en contextos donde el niño se siente tratado de forma fría, exigente o autoritaria, donde se valora más el hacer que el ser. Puede sentir que no se le permite expresar sus emociones o que tiene que “ser perfecto” para ser aceptado.

Manifestaciones en la adultez:

  • Perfeccionismo extremo, rigidez y una muy alta exigencia, tanto consigo mismo como con los demás.

  • Dificultad para reconocer y expresar emociones.

  • Miedo a equivocarse y no estar a la altura.

  • Problemas con la espontaneidad y la creatividad.

Máscara: Rigidez. La persona se muestra fría, lógica, controlada y busca destacarse por su esfuerzo.

Sanación: Cultivar la compasión hacia uno mismo, permitir la vulnerabilidad, dar espacio a las emociones y practicar la autoaceptación.

¿Cómo comenzar a sanar las heridas de la infancia?

Estas heridas no siempre son conscientes, pero se reflejan en patrones de comportamiento y relaciones personales. Sanarlas implica un proceso de autoconocimiento, aceptación y, muchas veces, apoyo terapéutico.

Sanar las heridas emocionales no es un proceso lineal ni rápido, pero es profundamente liberador. El primer paso para hacerlo es reconocer tus heridas e identificar cómo se presentan en tu vida actual. Algunas herramientas útiles para iniciar este camino son:

  • Autoconocimiento: Leer, reflexionar y observar los patrones que se repiten en tu vida. Preguntarte qué emociones se activan en ciertas relaciones o situaciones.

  • Terapia psicológica: La psicoterapia, especialmente enfoques como la terapia del niño interior, la terapia gestalt o la terapia corporal, pueden ayudar a procesar experiencias pasadas y resignificarlas.

  • Escritura terapéutica: Escribir cartas al niño interior, llevar un diario emocional o registrar sueños puede ser muy revelador.

  • Meditación y mindfulness: Aprender a observar sin juicio los pensamientos y emociones actuales ayuda a vivir con más conciencia y menos reactividad.

  • Prácticas de autocuidado: Cuidar el cuerpo, los límites, los vínculos y el descanso es parte fundamental del proceso.

  • Sanación espiritual: Prácticas como la meditación, el reiki, constelaciones familiares o rituales simbólicos pueden apoyar la integración de heridas profundas.

Las heridas de la infancia no definen quiénes somos, pero sí influyen en cómo nos relacionamos, cómo nos vemos y cómo interpretamos la realidad. Al reconocerlas, las traemos a la luz de la conciencia y comenzamos a liberarnos de patrones inconscientes que ya no nos sirven.

Sanar no significa borrar el pasado, sino aprender a mirarlo con compasión, darnos lo que antes no pudimos recibir y construir una vida más auténtica, libre y amorosa. Porque mereces vivir desde el amor, no desde la herida. Y ese viaje comienza dentro de ti.

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