¿Qué pasa en el cuerpo cuando tomamos refresco?

Tomar refresco no es nada bueno para la salud. No solo tienen una gran cantidad de azúcar, sino que también contienen ingredientes que pueden afectar varios órganos. Además, estas bebidas no aportan nada a nuestro organismo, solo ingerimos calorías vacías al cuerpo, lo que puede aumentar el peso y aumentar las probabilidades de desarrollar enfermedades como diabetes e hipertensión. Muchas de estas bebidas tienen ingredientes como ácido fosfórico, cafeína, jarabe de maíz, sodio, potasio, colorantes y saborizantes, que son sustancias que pueden causar problemas de salud si las consumes seguido y por mucho tiempo.

Consecuencias del consumo de refrescos para la salud

  • Desarrollo de diabetes: Una sola porción de refresco contiene una concentración significativa de azúcares simples, entre 7 y 10 cucharaditas. Esta ingesta masiva provoca un incremento abrupto en los niveles de glucosa sanguínea. Con el consumo frecuente, se induce una disminución en la sensibilidad a la insulina, la hormona pancreática fundamental en la regulación de la glucemia. Esta resistencia a la insulina dificulta la captación de glucosa por las células, lo que a largo plazo incrementa sustancialmente el riesgo de desarrollar diabetes mellitus tipo 2, una enfermedad metabólica crónica con graves implicaciones para la salud.

  • Incremento del peso corporal y obesidad: El azúcar presente en los refrescos se caracteriza por una rápida absorción a nivel intestinal, lo que genera picos hiperglucémicos y una consecuente sensación de saciedad de corta duración. Este fenómeno promueve una ingesta calórica total superior a las necesidades energéticas del organismo, favoreciendo el desarrollo de sobrepeso y obesidad. Adicionalmente, el exceso de glucosa se convierte y almacena en forma de tejido adiposo, particularmente a nivel abdominal (grasa visceral), hepático (esteatosis hepática no alcohólica) y en las paredes arteriales, incrementando el riesgo de complicaciones metabólicas y cardiovasculares.

  • Debilitamiento del sistema óseo y la salud dental: La formulación de la mayoría de los refrescos incluye elevadas concentraciones de ácido fosfórico. Esta sustancia interfiere en el metabolismo del calcio, promoviendo su excreción a través de la orina. La pérdida neta de calcio compromete la densidad mineral ósea, lo que a largo plazo puede predisponerte al desarrollo de osteopenia y osteoporosis, aumentando la susceptibilidad a fracturas. Además, la acidez inherente a estas bebidas erosiona progresivamente la superficie del esmalte dental, la capa protectora de los dientes, debilitándolos y haciéndolos más vulnerables a la abrasión y al daño. La cantidad de azúcares fermentables también crean un entorno para la proliferación de bacterias cariogénicas en la cavidad oral, incrementando significativamente la probabilidad de desarrollar caries dentales si no se mantiene una higiene bucal rigurosa. Además, el ácido fosfórico puede inhibir la producción adecuada de ácido gástrico, retardando la digestión y la absorción de nutrientes esenciales.

  • Formación de cálculos renales: La acidez de los refrescos exige al organismo la movilización de reservas de calcio para neutralizar el desequilibrio del pH sanguíneo. Este calcio movilizado es posteriormente filtrado por los riñones para su eliminación. Una excreción elevada y constante de calcio urinario incrementa la concentración de este mineral en el tracto urinario, lo que facilita su cristalización y la formación de cálculos renales (nefrolitiasis), una condición urológica dolorosa que puede comprometer la función renal.

  • Elevación de la presión arterial: El consumo de refrescos se asocia con un aumento gradual de la presión arterial debido a su contenido de sodio y cafeína. El sodio contribuye a la retención de líquidos y al aumento del volumen sanguíneo, mientras que la cafeína ejerce un efecto estimulante sobre el sistema nervioso central y cardiovascular. La interacción de la cafeína con el alto contenido de azúcar también puede exacerbar la inflamación a nivel del sistema digestivo, promover la deshidratación y alterar la composición de la microbiota intestinal. Evidencia científica sugiere que la ingesta excesiva de fructosa, el principal azúcar presente en muchos refrescos, es un factor contribuyente a la patogénesis de la hipertensión arterial.

  • Alteraciones en la función cerebral: La presencia de cafeína en los refrescos puede inducir alteraciones a nivel cerebral, manifestándose en insomnio, agitación, temblores y cefalea. Adicionalmente, se ha observado que la estimulación de ciertas vías metabólicas y la liberación de sustancias asociadas al consumo crónico de estos productos se relacionan con un mayor riesgo de deterioro cognitivo, incluyendo la demencia y Alzheimer. El benzoato de sodio, un conservante común en los refrescos, ha sido implicado en estudios con el deterioro de la memoria, la coordinación motora y una mayor prevalencia del trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) en la población infantil.

  • Desequilibrio de la microbiota intestinal: El consumo excesivo de alimentos ricos en azúcares simples, como los refrescos, puede alterar la homeostasis de la microbiota intestinal, la compleja comunidad de microorganismos que reside en el tracto gastrointestinal. Este desequilibrio, conocido como disbiosis, se caracteriza por una alteración en la proporción y diversidad de las especies bacterianas, lo que puede favorecer la proliferación de microorganismos potencialmente patógenos y la supresión de especies beneficiosas. La disbiosis se ha asociado con la aparición de síntomas gastrointestinales como flatulencia, náuseas y dispepsia.

  • Desarrollo de esteatosis hepática no alcohólica: La ingesta elevada de refrescos incrementa significativamente el riesgo de desarrollar esteatosis hepática no alcohólica (EHNA), una condición caracterizada por la acumulación excesiva de grasa en el hígado en ausencia de consumo significativo de alcohol. Esto se debe principalmente al alto contenido de jarabe de maíz de alta fructosa (JMAF), un edulcorante común en estas bebidas. La fructosa se metaboliza principalmente en el hígado, y su consumo excesivo sobrecarga las vías metabólicas hepáticas, promoviendo la lipogénesis (producción de grasa) y elevando los niveles de triglicéridos y glucosa sanguínea, de manera similar al azúcar de mesa (sacarosa).

  • Incremento del riesgo de cáncer: Dado su elevado contenido de azúcares, el consumo frecuente de refrescos se asocia con un mayor riesgo de desarrollar diversos tipos de cáncer, incluso en individuos con un índice de masa corporal dentro del rango considerado normal. Este aumento del riesgo se atribuye a la mayor propensión a desarrollar obesidad y otras comorbilidades metabólicas e inflamatorias, como gastritis, reflujo gastroesofágico, inflamación intestinal, hipertensión arterial y diabetes mellitus tipo 2, las cuales han sido identificadas como factores de riesgo para la carcinogénesis.

  • Aumento de la probabilidad de enfermedades cardiovasculares: La ingesta habitual de refrescos se correlaciona con alteraciones metabólicas significativas que incrementan el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Estas alteraciones incluyen la elevación de los niveles de glucosa sanguínea, hipertrigliceridemia y aumento del colesterol de lipoproteínas de baja densidad (LDL), conocido como colesterol "malo". Estos factores contribuyen a la aterosclerosis, el proceso de acumulación de placa en las arterias, lo que a su vez aumenta la probabilidad de eventos cardiovasculares graves como infarto de miocardio y accidente cerebrovascular.

Lo importante es reducir tu consumo de estas bebidas o elegir las opciones sin azúcar, aunque este dulce ingrediente no es el único que afecta tu salud, así que es mejor reducir considerablemente el consumo de refresco y elegir agua siempre como principal fuente de hidratación.

Con información de tuasaude.com

Anterior
Anterior

¿Cuál es tu chakra más fuerte, según tu signo del zodiaco?

Siguiente
Siguiente

Mitos y realidades sobre la práctica de Kinam