¿Tu cerebro en modo fusión? El calor afecta más de lo que crees
El calor no solo nos hace sudar y sentir incómodos; tienen un impacto silencioso pero alarmante en nuestro órgano más vital: el cerebro. Más allá de la molestia física, las altas temperaturas pueden alterar nuestras funciones cognitivas, volviéndonos más agresivos, impulsivos y, en ocasiones, "atontados".
El experimento de Boston
Imagina el verano de 2016 en Boston, con temperaturas diurnas de 33 grados durante cinco días seguidos. José Guillermo Cedeño Laurent, entonces investigador de Harvard, vio en esta ola de calor un "experimento natural". Observó a estudiantes universitarios: algunos vivían en dormitorios con aire acondicionado y otros en habitaciones más antiguas sin él, donde las temperaturas nocturnas promediaban los 26 grados.
Los resultados fueron reveladores: los estudiantes sin aire acondicionado obtuvieron resultados significativamente peores en las pruebas cognitivas que realizaban cada mañana, en comparación con sus compañeros en ambientes controlados a 21.6 grados. Como dijo Cedeño, ahora profesor en la Universidad de Rutgers: "Muchos de nosotros pensamos que somos inmunes al calor... Quería probar si eso era realmente cierto". La conclusión es clara: incluso los jóvenes y sanos no son inmunes a los efectos del calor extremo.
El deterioro cognitivo provocado por el calor
La investigación respalda estos hallazgos con números concretos:
Un estudio reveló que un aumento de solo dos grados en la temperatura ambiente, incluso si aún se sentía "cómodo", provocó un descenso medio del 10% en el rendimiento de pruebas de memoria, tiempo de reacción y funciones ejecutivas.
R. Jisung Park, economista de la Universidad de Pensilvania, analizó los resultados de exámenes estandarizados de preparatoria y encontró que las puntuaciones bajaban un 0.2% por cada medio grado por encima de 22 grados. Esto, que puede parecer poco, se acumula y tiene un impacto considerable en estudiantes expuestos a olas de calor sin aire acondicionado.
En otra investigación, Park observó que cuantos más días calurosos por encima de la media había durante el curso escolar, peores resultados obtenían los alumnos en exámenes estandarizados, especialmente cuando el termómetro superaba los 26.6 grados. Esto sugiere que la exposición prolongada al calor afecta el aprendizaje a lo largo del año.
Un dato preocupante que Park encontró es que este efecto fue "más pronunciado en los alumnos de ingresos más bajos y de minorías raciales", probablemente porque estas poblaciones tienen menos acceso a aire acondicionado, tanto en sus hogares como en las instituciones educativas.
Cuando el calor enciende la agresividad
La relación entre calor y agresión no es nueva. Investigadores descubrieron esta conexión analizando datos de delincuencia: los días más calurosos coincidían con un aumento en asesinatos, agresiones y episodios de violencia doméstica. Esto no se limita a actos violentos; también se observa que la gente es más propensa a incitar al odio en internet y a tocar el claxon con más frecuencia en el tráfico cuando suben las temperaturas.
Estudios de laboratorio lo confirman: en un experimento de 2019, personas en una habitación caliente actuaron con más rencor hacia otros en un videojuego diseñado para la prueba, en comparación con quienes estaban en una habitación fría. Esta "agresión reactiva" es particularmente sensible al calor, posiblemente porque las personas interpretan las acciones de los demás como más hostiles en días calurosos. Kimberly Meidenbauer, profesora de Psicología en la Universidad Estatal de Washington, sugiere que esto podría estar relacionado con una disminución del autocontrol inducida por el calor.
¿Qué ocurre dentro de nuestro cerebro?
Aunque la ciencia aún no tiene todas las respuestas, existen un par de teorías sólidas sobre por qué el calor afecta nuestra cognición y emociones:
Desvío de recursos: Una teoría postula que el cerebro desvía gran parte de sus recursos (sangre y glucosa) para mantener el cuerpo fresco, dejando menos energía disponible para funciones cognitivas superiores. Es como si el cerebro priorizara la termorregulación por encima de todo lo demás.
Irritabilidad y distracción: Otra teoría sugiere que la incomodidad y la irritabilidad causadas por el calor nos distraen y nos vuelven menos eficientes. Si no puedes refrescarte, tu cerebro te hará sentir aún más incómodo, obligándote a priorizar encontrar una solución para sobrevivir, explicó Shaun Morrison, profesor de cirugía neurológica.
Impacto en el sueño: El calor también interrumpe el sueño. En el estudio de Boston, una mayor temperatura nocturna se correlacionó con un sueño más interrumpido y peores resultados en los exámenes matutinos.
La solución es simple: ¡refréscate!
La mejor manera de contrarrestar estos efectos es obvia pero vital: refrescarte lo antes posible. Si no tienes aire acondicionado, los ventiladores son una gran ayuda, y asegúrate de mantenerte bien hidratado. Aunque parezca contradictorio, lo más importante para tu cerebro, tu estado de ánimo y tu cognición es tu temperatura corporal interna, no solo la temperatura exterior. Escucha a tu cuerpo y busca la frescura.
Con información de New York Times