La energía del cempasúchil: puente entre mundos

El cempasúchil, también conocido como flor de veinte pétalos, es uno de los símbolos más representativos del Día de Muertos. Su vibrante color y su intenso aroma no solo embellecen los altares, sino que actúan como un canal energético que conecta el mundo físico con el espiritual.

Una flor consagrada al sol y a la vida eterna

En la cosmovisión mesoamericana, el cempasúchil era considerado una flor solar, portadora de la luz del sol que guía a las almas en su regreso al plano terrenal. Los antiguos mexicas relacionaban el cempasúchil con Tonatiuh, el dios del sol, y lo consideraban una manifestación de su energía vital.

Su color representa los rayos solares, la luz que disipa la oscuridad y permite el tránsito de las almas. Así, cuando florece durante el otoño —época en que la tierra se abre para recibir a los espíritus—, el cempasúchil simboliza la vida que renace incluso en medio de la muerte.

Colocar sus pétalos en caminos o senderos no es solo un gesto decorativo, sino un acto ritual cargado de intención: se cree que su aroma y su color son una guía luminosa para que las almas encuentren el camino hacia las ofrendas preparadas por sus seres queridos.

Energía y vibración espiritual del cempasúchil

Más allá de su simbolismo cultural, el cempasúchil posee una vibración energética muy elevada. En prácticas espirituales, se dice que ayuda a limpiar la energía densa, armonizar los espacios y elevar la frecuencia del entorno.

Su esencia trabaja sobre el chakra del plexo solar —centro de poder y vitalidad—, impulsando la confianza, la claridad interior y la conexión con la fuente divina de la vida.

Encender una vela junto a un ramo de cempasúchil o meditar observando sus pétalos puede servir como una práctica para reconectar con la energía del sol interior, aquella que ilumina incluso los momentos de oscuridad emocional o espiritual.

Puente entre mundos

En el Día de Muertos, el cempasúchil se convierte en un puente simbólico entre la vida y la muerte. Sus pétalos, al caer sobre la tierra, unen lo celestial con lo terrenal; su aroma, al elevarse, lleva las plegarias de los vivos hacia el mundo espiritual. Es un recordatorio de que la muerte no es un final, sino un tránsito, y que el amor —como la luz del sol— nunca deja de brillar.

El cempasúchil nos invita a mirar la muerte con gratitud y a celebrar la continuidad de la vida. En su resplandor dorado se encuentra la enseñanza más profunda: todo lo que amamos permanece, aunque cambie de forma.

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