El karma a tu manera, ¿existe la justicia divina para todos?

Desde hace milenios, la idea del karma ha fascinado a la humanidad, prometiendo una retribución cósmica por nuestras acciones. Sin embargo, una investigación revela una sorprendente distinción en cómo aplicamos esta creencia: somos muy optimistas con nuestro propio karma, pero severos con el de los demás.

Durante siglos, la humanidad ha depositado su fe en la idea de que las buenas acciones tarde o temprano traen recompensas, y que quienes obran mal enfrentarán las consecuencias. La esencia del pensamiento kármico reside en la creencia de que "cosechas lo que siembras", una fuerza superior que equilibra la balanza de la vida.

La dualidad del karma

En un esfuerzo por comprender las motivaciones psicológicas detrás de las creencias kármicas, Cindel White, profesora asistente de psicología social y de la personalidad en la Universidad de York en Toronto y su equipo publicaron un estudio en la revista Psychology of Religion and Spirituality. Sus hallazgos revelaron que la gente tiende a percibir su propio karma de manera sumamente positiva; pero cuando se trata del karma ajeno… bueno, muchos "se lo tenían merecido".

Aunque el concepto de karma tiene sus raíces en las tradiciones religiosas asiáticas como el hinduismo y el budismo, ha trascendido fronteras, permeando incluso en comunidades no religiosas. Esta atracción cultural por una justicia divina se vincula con nuestro deseo intrínseco de creer que la ética y la compasión serán recompensadas, lo que nos da la sensación de tener cierto control sobre nuestro destino.

"La gente quiere sentir que sus vidas son justas", afirma White. "Les agrada cuando las personas se tratan con equidad y cuando piensan que van a transitar el mundo de manera predecible, donde cada uno recibe lo que merece". Creer en el karma también puede facilitar la superación de desafíos y contratiempos, al brindar la esperanza de que, en algún punto, el buen comportamiento será recompensado.

White añade que el karma y otras creencias sobrenaturales nos infunden la idea de que hay poderes superiores que aseguran que, a la larga, obtendremos lo que merecemos. "Puede hacernos sentir optimistas y tranquilos de que, al final, las cosas saldrán bien", comenta.

¿Una perspectiva egoísta?

En una investigación, el equipo de White llevó a cabo varios experimentos con más de dos mil participantes, a quienes se les pidió que escribieran sobre eventos kármicos en sus propias vidas o en las de otras personas. La mayoría (86%) optó por escribir sobre sí mismos, y de ellos, casi el 59% describió una experiencia positiva, que atribuyeron al karma. Una proporción menor de participantes (14%) eligió escribir sobre otras personas, y de estos, un contundente 92% se centró en una experiencia negativa causada por el "mal karma".

En otro experimento, donde se les pedía escribir sobre eventos propios o ajenos, el 69% de quienes escribieron sobre sí mismos se enfocaron en una experiencia kármica positiva, mientras que solo el 18% de quienes escribieron sobre otros lo hicieron en experiencias positivas. La conclusión fue innegable: el karma es bueno cuando pensamos en cómo nos afecta a nosotros, y malo cuando consideramos cómo impacta a los demás.

Estos resultados refuerzan la idea de que estamos psicológicamente motivados a percibirnos como "virtuosos y merecedores de buena fortuna", como lo expresan los autores del estudio, "y a percibir a otras personas como receptoras de justos castigos por sus fechorías".

Existen varias explicaciones para esta tendencia a enfocarnos en el castigo kármico cuando pensamos en el karma de los demás. En parte, no sentimos la misma necesidad de ver a los demás de forma positiva. "Hay muchas razones por las que quieres tener más confianza en ti mismo al verte de forma positiva, pero no tenemos la misma motivación para centrarnos en la positividad en la vida de otras personas", dice White. Además, explicar las experiencias negativas de otros como un castigo kármico satisface nuestro "motivo de justicia", nuestra inclinación natural a creer que las personas reciben lo que merecen.

"Todo esto es parte de la imagen de estos grandes sistemas de creencias sobrenaturales, que aportan mucho a la vida de las personas y pueden hacer que se sientan mejor con ciertas cosas", concluye White. "Pero no es un bien universal en cada situación".

Con información de Time

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