Alimentación intuitiva: el secreto está en escuchar a tu cuerpo

Actualmente existen diversas dietas para estar saludables y bajar de peso, como la paleolítica, cetogénica, alcalina, mediterránea, macrobiótica y detox, entre otras que se han vuelto populares. Además, están los planes alimenticios que restringen alimentos o que se basan en la suma de calorías, los cuales suelen ser difíciles de seguir, ya que te dejan con hambre o hacen que ciertos productos se te antojen más al prohibirlos.

La contraparte de estas opciones restrictivas es la llamada alimentación intuitiva, que consiste en aprender a escuchar a tu cuerpo para darle la cantidad y el tipo de alimentos que necesita, y se basa en mantener una relación saludable con la comida, sin ansiedad ni culpas.

El ser humano nace con la capacidad de saber cuánto y cuándo comer. Por eso, los bebés lloran cuando tienen hambre y dejan de comer cuando están satisfechos, y por más que les insistas, no comerán más si ya no quieren.

Con el tiempo, esta capacidad no se pierde pero sí se empieza a ignorar cuando se adquiere el hábito de comer en horarios establecidos, al dejar de comer por falta de tiempo, al hacerlo con prisas o por ansiedad, o al dejar de dedicarle un tiempo y espacio a la alimentación, como cuando comes mientras ves televisión, o frente a la computadora mientras trabajas.

Las dietas también te obligan a comer según ciertos horarios o cantidades determinadas, lo cual se convierte en un régimen que no va de acuerdo con las necesidades particulares de tu organismo.

Entonces, según la alimentación intuitiva, la clave para estar sano y comer saludablemente no está en establecer un número concreto de comidas, horarios estrictos o de limitar o excluir productos, sino que se trata de escuchar al cuerpo y sus señales de hambre y saciedad.

Otro aspecto importante para este tipo de alimentación es aprender a canalizar las emociones, de modo que éstas no te hagan comer de más o de menos por los desequilibrios ocasionados por estrés, ansiedad, enojo, tristeza o frustración.

En este sentido, la alimentación intuitiva no es una dieta, sino un proceso de reconciliación con el propio cuerpo, con las emociones y con la comida. Así, es posible lograr un equilibrio y una relación saludable con los alimentos, en la que éstos dejen de ser válvulas de escape emocionales para convertirse en herramientas nutrimentales y en el combustible que el cuerpo necesita para funcionar.

Para lograr este equilibrio, se recomienda seguir los siguientes pasos e incorporarlos poco a poco a la rutina cotidiana.

1. Come cuando tengas hambre. No te obligues a comer si no tienes hambre y tampoco esperes a estar demasiado hambriento para hacerlo. Escucha a tu cuerpo y detente un momento a pensar si lo que sientes es hambre, antojo o ganas de comer por ansiedad. Si no estás seguro de tener hambre, no comas y sal a caminar un momento o bebe agua para que pase la sensación de querer comer.

2. Come lo que tu cuerpo te pide. Olvídate de contar calorías o de satanizar alimentos. Nuevamente, escucha a tu cuerpo y piensa en lo que crees que te pide. Antes de ir a comer lo que llegue a tu mente, imagínate que lo comes, siente su aroma, textura y sabor, y si después de eso todavía tienes ganas de ingerirlo, hazlo. Mientras lo comes, detente a observar cómo percibes ese alimento con tus sentidos y descubre si realmente lo disfrutas tanto como esperabas.

3. Aprende a sustituir las cosas poco saludables por alternativas que le hagan mejor a tu cuerpo. Por ejemplo, si tienes ganas de comer algo dulce, cambia los alimentos con azúcar refinada por el sabor dulce de la fruta, o si se te antoja algo salado, cambia las papas fritas y botanas procesadas por frutos secos, plátanos deshidratados y frutas o verduras con limón y un poco de sal y chile. El cambio se da poco a poco y con el tiempo aprenderás a disfrutar más un plato de fruta que un paquete de galletas.

4. Trata de encontrar las razones que te hacen comer aunque no tengas hambre. Si te has dado cuenta de que en ocasiones comes aunque no tengas hambre, la razón de estos antojos o necesidades de ingerir algo pueden estar en tus emociones. Analiza y descubre si pasa cuando sientes alguna emoción en especial o cuando vives ciertas situaciones. En lugar de comer, busca alternativas para dar solución a esos desequilibrios.

5. Date un tiempo exclusivamente para comer. La alimentación es algo vital y no siempre se le da la importancia que merece y no se le dedica el tiempo ni la atención que requiere. Por ello, cuando tengas hambre, haz una pausa en tus actividades, aléjate de tu lugar de trabajo, ve a la cocina, al comedor o al jardín y come sin prisas. Saborea y disfruta cada bocado, come sin culpas lo que sea que hayas elegido y mastica bien para tener una mejor digestión.

6. Deja de comer cuando te sientas satisfecho. Sí, desde niño te enseñaron que no se debe desperdiciar la comida y que debes dejar el plato limpio antes de levantarte de la mesa. Pero es muy importante que sólo comas lo que necesitas y te detengas en cuanto te sientas satisfecho. Para evitar el desperdicio es necesario que aprendas a medir la cantidad con la que tu estómago queda bien, para que te sirvas solamente la porción que vas a consumir.

Finalmente, al igual que pasa con cualquier otra dieta o régimen alimenticio, para complementar la alimentación intuitiva, estar saludable y ayudar a que tu organismo acelere el metabolismo y logres bajar de peso más fácilmente, lo recomendable es realizar 40 minutos de ejercicio continuo diariamente, o por lo menos tres veces por semana. Además, es importante dormir bien y tomar suficiente agua todos los días.

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